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Redivins, importar vino… y exportar cultura

Redivins, importar vino… y exportar cultura

© ffmag

No tienen viñedos ni barricas propias, pero su huella en el vino mallorquín es profunda y elegante. Desde 1987, Redivins no ha parado de desafiar las reglas del juego: reconocida como la primera  importadora de vino frances de Mallorca, pero hoy es mucho más que eso. Se ha convertido en curadora de etiquetas exquisitas, cómplice de bodegas legendarias y agitadora cultural en la isla. Hablamos con Joan Mut para entender cómo una pequeña empresa puede influir tanto en el sector sin embotellar una sola gota. ¿La respuesta? Una visión clara, relaciones auténticas y una pasión sin filtros por el vino bien contado.


 

¿Cómo definirías hoy la misión de Redivins? ¿En qué se ha convertido desde sus inicios?
Redivins ha evolucionado muchísimo desde que la empresa empezo en 1987, de la mano de Jacques Noris. Hoy en día somos mucho más que una empresa de importación. Nos hemos consolidado en las Baleares, y también trabajamos en Canarias y en la península. Representamos marcas nacionales, mallorquinas e internacionales, pero sobre todo, hemos construido una identidad muy marcada gracias a nuestra relación con bodegas francesas. También participamos en eventos en Francia como las premières o encuentros en Borgoña y París, que nos han permitido crear vínculos estrechos con productores que ahora consideramos auténticos partners.

¿Qué significa para vosotros ser socios estratégicos de bodegas como Domaine de Chevalier?
Representar a una marca como Domaine de Chevalier, a la que siempre hemos admirado, es un hito. Su abanico de vinos —tintos, blancos y también dulces— nos da herramientas muy potentes para posicionarlos en el mercado mallorquín. Son vinos que funcionan bien, versátiles y con una calidad que encaja con la oferta gastronómica de la isla, frente a otras bodegas de Burdeos que solo trabajan tintos.

Domaine de Chevalier

 

Uno de vuestros grandes hitos es el evento ‘Terroir’. ¿Cómo ha evolucionado esta iniciativa?
Esta ha sido ya la tercera edición de Terroir, y cada año sentimos una evolución muy potente, tanto en participación de bodegas como en asistencia de público profesional y particular. Contamos con bodegas nacionales como Muga, Roda, Cuentaviñas, Arzuaga, Chivite, Llopart… y también con bodegas mallorquinas con las que tenemos una relación histórica: Ribas, Can Majoral, Miguel Oliver, Oliver Moragues, etc... Además, seguimos reforzando el vínculo con bodegas francesas como Olivier Leflaive, Pol Roger,  Domaine de Chevalier o Château Talbot.

También habéis transformado vuestra tienda en un espacio cultural. ¿Qué tipo de actividades hacéis?
Sí, la tienda ya no es una simple tienda de vinos. Cada mes organizamos un evento musical, de tres horas, donde viene un dj a pinchar diferentes estilos musicales. Además, hacemos showrooms con creativos que conocemos: desde diseñadores de bolsos hasta joyeros o incluso exposiciones de cajas de vino pintadas. Queremos ofrecer un enfoque diferente, potenciar la cultura del vino a través de otras disciplinas.

 

Queremos ofrecer un enfoque diferente, potenciar la cultura del vino a través de otras disciplinas

 

En cuanto al sector gastronómico en Mallorca, ¿cómo ves su evolución y qué papel juega el vino en ella?
La evolución ha sido exponencial en los últimos 10 o 15 años. Hoy en día, hay una oferta muy variada y de gran calidad en todo tipo de cocinas. Y esto exige una carta de vinos a la altura, tanto a nivel gastronómico como estético. Los restaurantes cuidan cada vez más la imagen, y el vino es parte de esa propuesta. Si das un buen servicio de cocina, el vino debe acompañarlo, debe reforzar esa experiencia.

Uva blanca

 

¿Cuál sería el perfil de cliente ideal para Redivins?
Nuestro cliente perfecto es desde un cliente particular, hasta ese restaurador o sommelier enamorado del vino, que entiende el potencial que tiene este producto para su negocio. El vino no solo suma calidad a la experiencia del cliente, también tiene un impacto directo en la facturación y en la imagen del restaurante. Para quien lo entiende como lo entendemos nosotros, es una herramienta muy poderosa.

Tenéis una relación muy cercana con los productores. ¿Cómo cultiváis ese vínculo?
Intentamos que la relación sea muy personal. Estamos en contacto constante, compartimos nuestras necesidades, y ellos nos ayudan a posicionar sus marcas en lugares clave. A día de hoy, la calidad media del vino en España es altísima, pero nosotros buscamos siempre un equilibrio: no incorporar marcas que se solapen con lo que ya trabajamos. Preferimos ser fieles a las bodegas que representamos desde hace años y construir con ellas a largo plazo.

Habéis empezado también a lanzar vinos personalizados con bodegas locales. ¿Cómo surge esta línea de trabajo?
Es una respuesta a ciertas necesidades del mercado. A veces detectamos que falta un perfil específico de vino y, en lugar de buscarlo fuera, colaboramos con bodegas mallorquinas para crearlo. Les explicamos lo que buscamos, hacemos una cata, definimos el estilo, y luego creamos la imagen. El último ejemplo es un vino que se llama Betzol, que en mallorquín significa "tonto" o "tontito". Con estas etiquetas también queremos rescatar palabras antiguas del mallorquín, que poco a poco se van perdiendo. Es una forma de conectar producto, territorio y cultura.

Viñedos

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