A principio del 2019 la UE se vanagloriaba de haber elaborado un plan plurianual para la pesca en el Mediterráneo Occidental. A los ojos de Europa suponía todo un éxito ya que era la primera vez que se lograba llegar a un acuerdo de gestión en el marco comunitario para estas aguas cuyas soberanías y zonas de influencia se reparten España, Italia y Francia. En principio lo que pretendía el plan era asegurar la supervivencia de las especies regulando paros biológicos, reduciendo el esfuerzo pesquero (días de pesca), estableciendo objetivos de pesca para las poblaciones demersales (peces que viven cerca del fondo del mar) e incluso limitando la pesca de arrastre a profundidades mayores de 100 m.
Han pasado tres años, y aunque los efectos de este plan sobre las poblaciones de especies marinas aún están por ver, los pescadores locales de las Baleares ven como una afrenta que no se haya contado de alguna manera con ellos a la hora de legislar. Es el caso de Pepe Pérez, patrón del Punta Gavina, un pesquero de 23 metros de eslora amarrado en el puerto de Formentera y sobre cuya cubierta nos recibe sonriente.
Su franca sonrisa contrasta con la preocupación que muestran sus ojos. Cuenta que ahora mismo hay muchísima pesca por los sucesivos paros biológicos de los últimos años, además de por la reducción del esfuerzo pesquero. Pero sobre todo por la pandemia, que ha mantenido gran parte de la flota amarrada durante el año pasado al haber provocado el cierre prácticamente total del sector turístico y hostelero.
Los pescadores locales se sienten agraviados
A sus 32 años Pepe lleva media vida en el mar, como sus hermanos. Son pescadores tradicionales, de los que cada vez quedan menos. Para ellos esta normativa es injusta en tanto que les pone en una situación de inferioridad con respecto a los grandes buques pesqueros de multinacionales que obtienen sus licencias “en Madrid” y echan los cercos de noche, “cuando los controles son menores y arrasan con las poblaciones de silvia y calamar”, y añade, “cuando nosotros salimos al alba a pescar ellos vuelven”.
Paradójicamente, la normativa comunitaria que pretende asegurar la sostenibilidad de la pesca parece estar poniendo en serios apuros a la pesca tradicional, la más sostenible de todas las variedades de pesca. Y es que al pequeño pescador local se siente agraviado por unas normas redactadas en despachos a miles de kilómetros de distancia de estas aguas por personas que parecen ignorar la idiosincrasia del sector pesquero tradicional y le hacen competir en igualdad de condiciones, o mejor dicho, en desigualdad de condiciones, con los grandes armadores pesqueros.
Se refieren, por ejemplo, a la regulación de la profundidad de los arrastres que les obliga a pescar a más profundidad para no entorpecer la pesca de otras especies, es decir, para que las redes de arrastre no tiren de las pulperas o los palengres malogrando la pesca de pulpo, gambas o langosta. “Pero aquí no se pesca ni pulpo ni nada” – espeta en tono desesperado, y apostilla: “y si uno pesca langosta lo respetamos, no voy a quitarle las redes. ¡Hay suficiente mar para pescar todos!”.
En lo que se refiere al llamado esfuerzo pesquero, desde 2018 ya se ha reducido en 28 los días permitidos de pesca. Este año serán 155 los permitidos y para 2022 y 2023 se fijan 140 y 130 días respectivamente. Y hay quien piensa que esto no quedará ahí y que los días habilitados para la pesca seguirán en descenso. ¡Al final tendremos que abandonar o vender la barca! - se lamenta Pepe amargamente.
En cuanto a los paros biológicos, la ley contempla indemnizaciones a los pescadores de las especies afectadas por éstos. Sin embargo Pepe nos cuenta que el Estado va con retraso en los pagos. “Acaban de pagar lo de hace tres años… No se dan cuenta de que las cosas hay que pagarlas, el seguro del barco, los seguros sociales…”, se lamenta.
Sin embargo no todo es negativo. Parece que el Gobierno por fin ha tomado nota de una vieja reivindicación de los pescadores profesionales y ha publicado un borrador del nuevo Real Decreto que va a regular la pesca deportiva y que ha levantado toda una polvareda entre los aficionados a la pesca por lo restrictivo de las normas en cuanto a especies y cantidad de capturas permitidas. A este respecto Pepe se muestra tajante: “Si los profesionales tenemos que dar cuenta de todas nuestras capturas, no veo por qué un recreista no. Sobre todo si lo que se pretende es comprobar el estado de la reserva” – y apostilla orgulloso: “Al final podemos vivir todos pero pedimos un poco de respeto a nuestro trabajo”.