Tiene 42 años y cuenta el tiempo que lleva en la isla en temporadas. Ya van diecisiete. Gian Paolo Turci llegó a Formentera “por casualidad, cuando ni siquiera sabía situarla en el mapa”. Un amigo le había invitado a venir y enseguida se enamoró de la isla. Fue el comienzo de una historia de superación, trabajo y perseverancia que condujo al italiano a ser uno de los empresarios más exitosos de Formentera. Perfeccionista, trabajador y constante, Turci es actualmente socio de un grupo de negocios que abarca varios restaurantes (entre los que destacan Casanita, Casadela o Bocasalina) y una discoteca. Asegura que cuando llegó, la isla era muy distinta, pero explica que “Formentera no ha cambiado a peor: simplemente se ha adaptado a los nuevos tiempos y ha mejorado en muchos aspectos”.
¿Por qué te decidiste por la restauración?
Si te digo la verdad, empecé con un bar de copas y entonces, todo el mundo me preguntaba dónde comer. A mí me gustaba mucho comer. Soy de Emilia-Romagna, una pequeña región de Italia, y allí tenemos mucha tradición gastronómica. Entonces decidí montar un pequeño restaurante. Comencé con Casa Anita hace 13 años. Funcionó bien y sigue haciéndolo a día de hoy. Después me enamoré, me casé, tuve hijos… todo cambió y me empezó a gustar mucho más el mundo de la restauración que el de la noche. Da más satisfacciones. También sigo teniendo una discoteca en Formentera, pero lo que de verdad amo es la cocina. Todo comenzó por una necesidad y fue creciendo hasta convertirse en una pasión.
Todo comenzó por una necesidad y fue creciendo hasta convertirse en una pasión
¿Qué vino después de Casa Anita?
He hecho muchas cosas después. He abierto muchos negocios y he vendido muchos también. Tampoco tenía mucho dinero, por lo que, cuando algo funcionaba, lo vendía para coger algo de más calidad. Creé un restaurante que se llamaba Mediterráneo: estaba en el puerto de la Savina. Al mismo tiempo, abrí con otro socio lo que ahora es Ca Na Pepa. Estuve un par de años en ambos sitios y después me salió la posibilidad de hacer otra cosa… Llevaba tiempo buscando un lugar donde trabajar y se pudiera ver el mar, el sueño de cualquiera, y como no tenía mucho dinero, la decisión fue traspasar estos dos restaurantes para coger este nuevo proyecto. Al mismo tiempo, el bar de copas que tenía empezaba a crecer y con unos amigos decidí crear una discoteca. A partir de ahí todo ha ido muy rápido. Después abrí en San Francisco un local que se llamaba Bufambo, era un restaurante de comida biológica y de kilómetro cero, pero era un proyecto muy complicado en Formentera hace siete años. Al cabo de tres años, cambié esta idea por Casa Adela, siguiendo prácticamente el mismo concepto de Casa Anita, pero en San Francisco, y después me surgió la posibilidad de ayudar con el People, que es un sitio súper chulo.
Eres un emprendedor todoterreno…
Junto a mi mujer (Elena Lunardini). Ella está siempre conmigo, me acompaña en todo y es fundamental para mí. Ella es quien se ocupa de la decoración y de todos los detalles de los restaurantes. La gente a veces piensa que trabajo tanto por avaricia o por dinero, pero esta es mi pasión y para mí es un placer.
La gente a veces piensa que trabajo tanto por avaricia o por dinero, pero esta es mi pasión y para mí es un placer
¿Cuál es el hilo conductor entre todos tus proyectos?
He hecho cosas muy diferentes. Pasé de bares de copas y discotecas a la restauración… De hecho, en restauración no quise que hubiera un hilo conductor, traté de diversificarlo todo. Cada restaurante persigue una idea distinta, aunque siempre hay un mismo estándar de calidad.
¿Cómo afrontáis el problema de la escasez de trabajadores cualificados en la isla? ¿De dónde viene tu equipo?
El tema del personal aquí es un desastre, pero yo tengo una suerte grandísima. Mi equipo ha crecido conmigo durante 17 temporadas. Nacho está conmigo desde hace 14 años, y hay gente que empezó conmigo y ahora somos socios, tenemos un grupo y eso es fundamental. En los últimos años, estoy contratando a gente más joven. Veo que vienen con más ganas de aprender… También traigo mucha gente de fuera, pero por suerte, los colaboradores y socios que tengo son un 50% del éxito. Todo lo que tengo es porque somos un grupo, yo solo no habría conseguido todo esto.
¿Qué es lo más complicado de Formentera?
La falta de personal y también el producto. Cuesta mucho llegar hasta aquí y no encontramos la variedad que hay en la península. Lo que da valor añadido a un restaurante aquí es la forma de tratar la materia prima o el servicio, porque casi todos tenemos que trabajar con los mismos productos.
Lo que da valor añadido a un restaurante aquí es la forma de tratar la materia prima o el servicio, porque casi todos tenemos que trabajar con los mismos productos
Si tuvieras que elegir un plato de cada uno de tus restaurantes, ¿con cuáles te quedarías?
De Bocasalina, la paella. Hacemos una paella con un toque italiano (un poco más suave que la típica paella). De Casa Anita, el pescado al horno: la gente suele venir por eso. De Casa Adela, la pasta casera, porque vengo de una zona donde la pasta es la comida de todos los días, somos de pasta.
¿Próximos proyectos?
Cada año digo ¡ya no más! Pero acabo de abrir dos locales… Estoy muy contento de lo que he conseguido poco a poco y me gustaría poder seguir disfrutando ello. También quiero disfrutar más de mi familia, porque en estos años, para conseguir todo esto, no siempre lo he podido hacer.
Si tuvieras que definirte con una palabra ¿cuál sería?
Lo que creo que me distingue es la constancia. Siempre intento estar encima de todo, no porque no confíe en los otros, sino porque me gusta. Y cuando me propongo un objetivo no paro hasta que lo alcanzo. Yo no llegué aquí con dinero, llegué con muchas ganas de trabajar.
¿De cuál de todos los proyectos que has llevado a cabo te sientes más orgulloso?
De Bocasalina. También de la discoteca, aunque no es lo mío, fue más un orgullo como empresario. En Bocasalina sentí orgullo porque hice algo que me gustaba y que fue creciendo poco a poco. Hemos trabajado mucho hasta llegar hasta aquí.