Hay productos que trascienden el plato. La langosta ibicenca es uno de ellos. No solo por su sabor, su textura firme, o su rareza estacional, sino por la historia que la envuelve. Y si hay una empresa que lleva décadas asociada con este tesoro marino es Pescados Consuelo y Pardalet. En Ibiza, pocos conocen el mar como ellos. Desde hace casi cuarenta años, esta compañía familiar ha elevado el tratamiento del pescado a un nivel donde tradición, respeto por la materia prima y sensibilidad animal conviven. Hoy, son todo un referente en distribución y un ejemplo de cómo se puede trabajar con el mar sin imponerle violencia, sin forzarlo a producir más de lo que puede ofrecer.
En el centro del universo de Pescados Consuelo y Pardalet está la langosta ibicenca. Pura, local, escasa. Y, en parte, mítica. “La langosta de Ibiza no se parece a ninguna otra. Su alimentación, el tipo de roca donde vive, las corrientes… todo influye”, explican desde la empresa. Pero el secreto no está solo en el entorno: también en cómo se manipula desde el momento en que sale del mar. Ahí entra en juego uno de los puntos fuertes (y únicos) de Pescados Consuelo y Pardalet: sus viveros propios.

Bogavante
No son simples tanques de almacenamiento. Son sistemas vivos diseñados con precisión para reproducir, en la medida de lo posible, las condiciones del mar abierto. Temperatura, oxigenación, movimiento del agua… todo está medido al milímetro. Pero el detalle que marca la diferencia es la atención que ponen en el bienestar animal. “Nuestra prioridad es minimizar el sufrimiento. Sabemos que cada langosta, cada pez, es un ser vivo. Y cuanto menos estrés sufran, mejor será su calidad, sí, pero también mejor será nuestra forma de trabajar con ellos. Porque no se trata solo de vender, sino de respetar”.
Este enfoque ético no es una tendencia pasajera. Es una convicción que forma parte del ADN de la empresa. Desde el transporte hasta la manipulación, cada paso está pensado para evitar sufrimiento innecesario. Se prioriza la captura sostenible, el control de las temporadas, y una trazabilidad impecable. “Trabajamos solo con lo que el mar puede dar. Sin prisas, sin sobrepesca, sin atajos”.
Nunca hemos querido ser los más grandes. Solo los más serios
Esa filosofía ha hecho que Consuelo y Pardalet se convierta en un aliado clave para los mejores restaurantes de la isla. Sus viveros permiten ofrecer producto vivo, fresco, cuidado, sin deterioro por el transporte ni estrés acumulado. Y eso, para un chef que trabaja con precisión y sensibilidad, es oro puro.
Lo que empezó como una pequeña pescadería es hoy una empresa de referencia que conserva la esencia del trato cercano, del trabajo manual, del respeto por los ritmos del mar. “Nunca hemos querido ser los más grandes. Solo los más serios. Queremos que el cliente confíe en nosotros porque sabe que lo que le llega ha sido tratado con cariño y con rigor".
La langosta no es el único producto que manejan, pero sí el que mejor resume su forma de entender este oficio. Cada ejemplar es seleccionado, controlado y mantenido en condiciones óptimas hasta el momento justo. No hay improvisación. No hay volumen por volumen. Hay excelencia. “No es fácil encontrar langosta local. Por eso cuidamos tanto cada una. No hay margen para el error".

Bogavante
Ese cuidado ha hecho que Pescados Consuelo y Pardalet se convierta, sin buscarlo, en guardián del patrimonio gastronómico marino de la isla. La langosta ibicenca, trabajada como ellos lo hacen, es una bandera. Una forma de recordar que Ibiza también tiene raíces marinas profundas, que no todo son importaciones ni modas. “La gastronomía ibicenca tiene mucho que decir. Nosotros queremos aportar desde donde mejor sabemos: el producto.” Su trato diario, su profesionalidad y cercanía -sin grandes campañas ni discursos vacíos- ha dado como resultado una gran lista de clientes fieles que repiten desde hace décadas. Hay cocineros que solo confían en ellos. Y hay un mar que, pese a la presión del turismo y del tiempo, sigue dando frutos gracias a quienes, como ellos, lo respetan.
Pescados Consuelo y Pardalet recuerda que el verdadero lujo es el tiempo, el silencio, la espera. Que una langosta que ha vivido bien sabe diferente. Que cuidar lo invisible (el estrés, el transporte, la manipulación) marca una diferencia real. Y que el futuro de la gastronomía pasa, cada vez más, por volver a mirar al producto como lo que es: un regalo, no un recurso. Cuando veas una langosta ibicenca en un restaurante (viva, brillante, perfecta) quizá no imagines todo lo que hay detrás. Pero si viene de Consuelo y Pardalet, puedes estar seguro: ahí hay mar, hay respeto y hay oficio.






