Al Noroeste de la provincia de Zaragoza, entre el Ebro y la estribación oriental del Sistema Ibérico, en la margen izquierda del río Huecha está la antigua ciudad de Borja, de orígenes celtas, más tarde romanizada para pasar a poder de los musulmanes y erigirse durante la baja Edad Media en bastión de la Corona Aragonesa ante los frecuentes envites de los reyes castellanos. La DO Campo de Borja, engloba los 16 municipios de la comarca que lleva su nombre y fue reconocida como Denominación de Origen Protegida en 1977.
La Denominación de Origen Campo de Borja está en un enclave privilegiado ya que se sitúa en las cercanías de la confluencia de Navarra, La Rioja y Soria con Aragón. El paisaje es ciertamente onírico, envuelto en unas brumas cuasi perpetuas que cubren una sucesión ininterrumpida de altiplanos que ondulan de los trescientos a los setecientos metros de altura a modo de olas que nos anuncian la cercanía del Moncayo, omnipresente en toda la comarca con la imponente silueta de sus más de 2.300 metros de altura que lo convierten en el punto más alto del Sistema Ibérico.
Aquí se asentaron los Celtas, antes que los romanos. Y es de suponer que fueron éstos los que trajeron consigo la modernización en las técnicas del cultivo de la vid y la elaboración de vino como ocurre en otros puntos de Aragón. No obstante no hay registro de ello. La primera constancia fehaciente del cultivo de viña en la zona se circunscribe al s. XII cuando se funda el Monasterio Cisterciense de Veruela (Tarazona) y se reparten los viñedos (lo cual hace pensar que la tradición vitivinícola es antigua). Sí es cierto que los propios monjes contribuyeron de manera decisiva al asentamiento y la ampliación de una cultura vitivinícola en la zona. No obstante, la edad dorada de la viticultura en la comarca viene marcada, como en el resto de Aragón, por la hecatombe que supuso en Francia la entrada de la filoxera que acabó con la práctica totalidad de las viñas francesas mientras parecía que las aragonesas eran inmunes a esta plaga (finalmente afecto en Aragón pero mucho más tarde). Este hecho provocó que productores y comerciantes galos pusieran sus ojos en la vecina región española y aumentase considerablemente la superficie de cultivo y el vino producido. Ya en los 60 los productores se organizan en cooperativas que aún hoy perviven para sacar adelante sus producciones. En 1978 se crea, por fin el Consejo Regulador.
El Imperio de la Garnacha
Estas son tierras duras con un marcado clima continental, es decir, con inviernos muy fríos y largos y veranos cortos y calurosos. Los campos pedregosos son azotados por el gélido cierzo que contribuye a secar el ambiente manteniendo alejadas las precipitaciones que, en algunos puntos, suponen menos de 400 mm al año. Y sin embargo, la hostilidad del entorno es lo que ha hecho precisamente que los vinos sean buenos. Me explico: El campo es pobre. Es difícil hacer crecer allí otra cosa que no sea vid, o acaso cereal. En lo que se refiere al cultivo de la uva, las producciones rara vez alcanzan los 4.000 kg por hectárea, siendo las cosechas muy irregulares al depender en gran manera de una pluviometría escasa e incierta. Los productores, muy conscientes de ello y conociendo la dificultad que entrañaría aumentar las producciones para competir en el mercado por volumen y precio, han hecho justo lo contrario. Es decir, han invertido en ciencia y tecnología para obtener la máxima calidad de su producto. Así, una de sus actuaciones principales ha ido orientada a dividir la comarca en cinco unidades de Terroir o terruños (UT) en las que las características micro climáticas y edafológicas son similares en cada uno de ellos para lo cual se ha llevado a cabo un concienzudo estudio del terreno. Se busca así la diferenciación de los vinos en función de la zona en la que están cultivadas las viñas de las que procede la uva, algo que ya hacían los romanos que eran muy conscientes de que el lugar del cultivo puede marcar la diferencia.
Otra punto que diferencia al vino de Campo de Borja es la apuesta por el cultivo de la uva aragonesa por antonomasia (con permiso de la Cariñena): la Garnacha Tinta. Y es que de las 6.600 Ha de viñedos en el Campo de Borja, casi dos tercios de ellas (4.000 Ha) están destinados al cultivo de esta variedad, o lo que es lo mismo, en la Denominación se cultiva casi el 3% de la Garnacha a nivel mundial. Además, de las 4.000 Ha destinadas al cultivo de esta variedad, la mitad tiene una edad comprendida entre 30 y 50 años. El cultivo masivo de Garnacha en conjunción con el conocimiento profundo de las características edafológicas de cada uno de los cinco terruños de la DO han hecho posible la elaboración de unos magníficos monovarietales de una tremenda complejidad que han adquirido gran prestigio no sólo a nivel nacional, sino en los mercados internacionales.
No es sin embargo ésta la única uva que se cultiva. Otros varietales que admite el pliego de condiciones del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Campo de Borja son Mazuela (o Cariñena), Sirah, Tempranillo, Cabernet-Sauvignon, Merlot y Garnacha Tintorera. En lo que se refiera a uva blanca las variedades cultivadas son Macabeo, Chardonnay, Molscatel de grano menudo, Mosacatel de Alejandría, Garnacha Blanca, Sauvignon Blanc y Verdejo.
En la Denominación se elaboran vinos tintos, blancos y rosados, con sus diferentes crianzas (jóvenes, robles, crianzas, reservas y grandes reservas), así como vinos de licor (moscateles y mistelas) y cavas de gran tradición.
Las bodegas del Campo de Borja están obteniendo unos resultados impresionantes debido al esmero con que cuidan el viñedo y el cariño con el que elaboran los vinos los agricultores y bodegueros locales. Fruto de ello, los mejores vinos del Campo de Borja se han ganado un gran reconocimiento en las guías especializadas del sector. Sirva como ejemplo el Tucca Negra 2016 (Bodegas Arom) puntuado con 94 puntos Parker y otros tantos en la Guía Peñín. O el Aquilón 2015 (Bodegas Altoy Moncayo) a los que Peñín obsequia con 95 puntos y Parker con 93. Por su parte, Coto de Hayas Garnacha Centenaria 2018 (Bodegas Aragonesas DO Campo de Borja) ha sido puntuado con 91 puntos Parker. Por cierto, que esta misma bodega produce un vino muy interesante, Mosen Cleto, un crianza de garnacha y tempranillo que fue galardonado con la medalla de plata en la Berliner Win Trophy 2013 y en el Mundus Vini 2013. Por su parte, Bodegas Borsao cuenta con tres vinos que alcanzan, al menos, los 90 puntos Parker. Además de estos excepcionales vinos me gustaría reseñar uno que elabora Bodegas Aragonesas por su frescura y juventud. Se trata de Azzulo, un vino blanco con un poco de aguja en el que destaca una gran cantidad de fruta blanca y que al beberse a 5ºC es ideal para el aperitivo.
Enoturismo en Campo de Borja
Desde el punto de vista turístico la DO campo de Borja es todo un paraíso para el visitante. La ruta de la Garnacha consiste en un entramado de más de 300 kilómetros de senderos balizados que van desde el Ebro hasta el Moncayo atravesando las 4.000 Ha de viñedos en rutas de pendientes suaves. El Museo del Vino que alberga el Monasterio de Veruela es visita obligada tanto por el propio museo del vino, el más antiguo de Aragón y uno de los primeros de España, como por la visita a la abadía cisterciense del s. XII, en la que entre otras maravillas encontramos un claustro gótico impresionante (aunque gran parte de la construcción es de estilo Románico). El parque Natural del Mocayo, a cuyo abrigo se erige el monasterio resulta también de obligada visita. Allí nos encontraremos con un ecosistema particular, fruto del encuentro entre los vientos húmedos del Atlántico y los más secos mediterráneos. Entre sus hayedos, robledales, encinares y pinares podemos encontrar una gran variedad de fauna ibérica como el azor, el buitre leonado, el petirrojo, jabalíes o zorros.
Por otra parte, toda la comarca goza de un importante legado histórico artístico. La propia ciudad de Borja, posee un extraordinario casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), con un entramado de calles muy bien conservadas a los pies de su castillo, reflejo de su pasado guerrero y señorial. Una curiosidad: en este municipio zaragozano podremos encontrar en el Santuario de la Misericordia el malogrado Ecce Homo que tantas portadas de periódicos y telediarios protagonizó hace unos años. Bromas aparte, existen en toda la comarca excepcionales muestras del mudéjar aragonés, como la Iglesia de Santa María de la Huerta, en Magallón o el Palacio de la Orden del Hospital, en Ambel.
La gastronomía tradicional merece una mención aparte. Aquí no falta el ternasco de Aragón, las migas, las borrajas (las mejores del reino, se decía en la antigüedad), el bacalao a la borjana o el rancho para acabar con un tradicional bizcocho de Borja o una trenza. Eso sí, todo acompañado con un exquisito tinto de garnacha.