Son las diez de la mañana de una bonita mañana de mayo, Josefa Tur Torres de Ca n’Esperança nos espera junto a su sobrina, Antonia Torres Marí de can Cova Camp, a la puerta de la Iglesia de San Mateo. Mientras aguardamos al resto de la expedición, Antonia, una nonagenaria llena de vitalidad, nos explica que las dos mujeres nacieron en una casa que tenemos justo enfrente y que ahora están reformando. Recuerdan que ambas vinieron al mundo en la misma habitación, eso sí, en tiempos diferentes puesto que Antonia es ya de una generación posterior.
Al poco aparece David Reartes, el prestigioso chef del Lips Reartes de playa d’en Bossa, verdadero instigador de este encuentro que nos explica un poco como surgió la idea de recopilar en un libro la riqueza botánica de la isla antes de que la sabiduría popular acumulada en personas como nuestras anfitrionas Josefa y Antonia caiga en el olvido.
Cuando ya nos encaminábamos hacia el bar del pueblo para tomar un café previo a nuestro paseo campestre, llegan los dos expertos que nos acompañarán para documentar correctamente todas aquellas hierbas conocidas en el acervo popular y así poner la nota científica y rigurosa. Se trata del farmacéutico y botánico, y “educador ambiental” recalca, Jaume Espinosa Noguera y el reconocido artista y botánico ‘aficionado’ Mario Stafforini. Aficionado nos lo indica el propio pintor, arquitecto de formación, pero pronto comprobaremos que es una auténtica enciclopedia botánica.
Ya estamos todos, así que tras apurar el café y hacer las oportunas presentaciones, nos disponemos a dar un paseo en busca de hierbas que catalogar.
Con los primeros pasos David ve oportuno aclarar un poco la misión que nos ha unido. Nos explica su implicación y arraigo en la isla, en la que vive desde hace tiempo y en la que ha echado raíces junto a su familia y como eso le ha llevado a interesarse por todo lo relacionado con las tradiciones ibicencas y la gastronomía de la isla. Este compromiso le ha convertido, por ejemplo, en uno de los más fieles impulsores de la recuperación del porc negre eivissenc y en su cocina apuesta por los productos de Km 0 y de ahí que su proveedor de verduras y hortalizas sea Ecofeixes, “que están cultivando la tierra como lo hacían sus abuelos”, puntualiza. Esta inquietud fue la que le llevó, tras conocer a nuestros expertos acompañantes, a acercarse al Consell y proponer la elaboración de un libro que recogiera los usos tradicionales de las plantas ibicencas, tanto las hierbas de uso culinario como las medicinales. Bajo el visto bueno de la administración, Josep Lluis Juan Torres, responsable de Promoció de la Qualitat Agroalimentaria en el gobierno insular, pone en contacto al chef con Antonia, Josefa y otras dos mujeres de San Mateo para que compartan todo su conocimiento y así, bajo la tutela de nuestros expertos, plasmarlo en un libro para cuya redacción se ha contratado a una pareja de periodistas y que será editado por el Consell de Eivissa.
Pero nosotros continuamos con lo que nos atañe, que no es otra cosa que pasear bajo un maravilloso cielo despejado en busca de hierbas. No tenemos que caminar mucho para encontrar la primera planta que llama la atención de Antonia, se trata del Llitsó, nombre que proviene de leche como la lechuga, ya que se trata de una planta también lechosa como su prima domesticada. “Eso se comía en ensalada”, comenta Antonia, mientras que Jaume pone la nota científica al asegurar que “es una de las plantas más abundantes que hay por toda Ibiza, la podemos encontrar hasta en la ciudad”. Mario Stafforini es quien nos apunta el nombre científico, (Sonchus tenerrimus), y añade que se trata de una planta que “fue comida en toda Europa”. Josefa también recuerda que la usaban para la ensalada y que daba un gusto muy bueno, porque los “ibicencos eran pobres pero eran selectos y eso se comía, pero en su temporada y donde había tierra fértil”, matiza. Mario añade que también se puede consumir hervido y que se usa mucho para alimentar a los conejos, pero ya saben si “es bueno para los conejos es bueno para los hombres”. Antonia nos recuerda que “ahora ya se está secando pero donde hay regadío se da todo el año. Nosotros la poníamos con aceite y vinagre como la ensalada”. David atiende a las explicaciones como un estudiante aplicado.
Mientras, vemos que Mario se aleja unos pasos para volver con una hoja verde insignificante para los neófitos como nosotros pero que resulta ser todo un manjar. “Achicoria -dice- eso lo arrancas y lo metes en la ensalada y mezclado con la lechuga está riquísimo”. Otra vez cada miembro del grupo va aportando su granito de sabiduría y así nos enteramos de que estamos frente a la camarrotja, en catalán, o Cichorium intybus por su denominación científica y que su consumo era muy común. Junto a la achicoria crece también la Reichardia pricoides, cuyas hojas, demasiado parecidas para inexpertos botánicos como nosotros, también resultan de lo más sabrosas.
No hace cien metros que emprendimos la ruta y ya tenemos una receta de ensalada: Sonchus tenerrimus, Reichardia pricoides, Cichorium intybus y unas hojas de lechuga, aceite, vinagre y sal. Todo un manjar.
Pero en el camino no solo encontramos hierbas para saciar el hambre, sino que hallaremos plantas para prevenir el cáncer de próstata, arbustos para cuidar las manos estropeadas por los duros trabajos de la mar, plantas que podemos utilizar de escoba y hasta hierbas para alimentar el espíritu. Y eso que no es la mejor época del año, “la mejor época es febrero, marzo y abril” apunta Antonia. “Sí, ahora ya se está secando todo y en quince días no queda nada”, puntualiza Josefa. Además “este año ha llovido muy poco”, añade Mario.
Pero a Jaume no parece preocuparle y está ensimismado en el campo, recogiendo plantas, preguntando a nuestras anfitrionas, aportando datos a tal velocidad que es imposible de registrar. Se crean grupos de trabajo espontáneos y así vemos como Mario coteja su libreta de campo (digna de un museo) con los conocimientos de las lugareñas mientras Jaume le explica a David las propiedades de una u otra planta. El hallazgo de un ejemplar de pericó o herba de Sant Joan (Hypericum perforatum) vuelve a reunir a todo el grupo en torno a la planta y es que se trata de la especie botánica medicinal “por excelencia”, según palabras de Jaume, y recordemos que sus palabras son las de todo un farmacéutico especializado en botáncia. Se trata de una hierba fotosensible que con la luz solar adquiere un intenso color rojo que tiñe todo aquello a lo que se añada. Sus propiedades son bien conocidas por la industria farmacéutica y se comercializa en cápsulas y se receta, entre otros usos, para la depresión. Pero avanzamos un poquito más y nos damos de bruces con la Thapsia garganica, una planta que se está estudiando para tratar el cáncer de próstata y que crece en abundancia convirtiéndose en una de las plantas más características de las Pitiusas. Después de estos descubrimientos elAloe vera que nos trae la infatigable Josefa nos parece de lo más común. Aquí queremos hacer un inciso puesto que la agilidad de esta señora de 91 años dejó a todo el grupo -salvo a su sobrina que ya la conoce de toda la vida- boquiabierto. Aprovechando que pasábamos a la altura de su casa, nos dijo que se acercaba un momento para mostrarnos el Aloe vera que allí crece y había que ver con qué gracilidad y velocidad llevó a cabo su cometido. En menos de dos minutos emprendía el camino de vuelta a paso de legionario, con la planta en la mano, sonriente y orgullosa de la admiración que causaba su buen estado de forma.
También nos mostraron la caléndula (Calendula officinalis), de cuyas semillas se obtiene un aceite de propiedades curativas parecidas a las del alóe. Apropiado para pequeñas contusiones, picaduras, quemaduras y demás lesiones cutáneas leves. Llegados a este punto Antonia nos pregunta, refiriéndose a su tía: “¿Cómo creéis que ha sobrevivido más de 90 años con esta salud? Nosotros fuimos al médico a partir de que se murió mi madre, antes nunca íbamos”.
Antes de terminar el paseo nos da tiempo a oír todavía innumerables anécdotas de tiempos en los que había dos escuelas en el pequeño pueblo, una para niños y otra para niñas, y en los que mucha gente utilizaba las algarrobas como alimento. Tiempos en los que “el pan era malo”, en palabras de la ‘tía Pepa’, nombre por el que al final de la ‘expedición’ se dirige todo el grupo a la que, por méritos propios, se ha erigido en comandante suprema de la misma.
Es hora de despedirnos y decidimos hacerlo donde empezamos, es decir en el bar, pero ahora acompañados por unas cañas. Cuando nos disponemos a entrar en el establecimiento, un jardín próximo llama la atención de nuestro boticario. Se trata de una bellísima muestra en su máximo esplendor de adormidera (Papaver somniferum), conocido en la isla como cascall, la mismísima flor de donde se saca el opio. Ahora su uso está prohibido, pero antes era común utilizarlo para aliviar el dolor de muelas o dormir a los niños, comentan la ‘tía Pepa’ y Antonia. Mario nos explica cómo se puede consumir para aliviar dolores o para otros fines más ociosos. Con estas disertaciones, alrededor de la mesa, concluyó una agradable mañana que todos quedamos en repetir cuando el campo esté en su máximo esplendor y nos pueda mostrar toda su riqueza.