Pascual Mayans es uno de los apicultores más veteranos de Formentera. Durante siete décadas, ha compaginado su labor como productor de miel con otras actividades laborales. En su caso particular, dedicándose al turismo. La apicultura es para Pascual y para el resto de apicultores que aún quedan en Formentera, pura afición y tradición familiar. Pero la importancia de su labor como protectores de esta especie animal en peligro de extinción, va mucho más allá de la propia producción de miel.
La extinción de las abejas es una realidad en aumento en todo el mundo. Estos insectos son los agentes polinizadores más relevantes del ecosistema. La polinización es un proceso fundamental para el mantenimiento de la vida. Sin abejas no hay polinización y sin polinización no hay alimentos. La apicultura orgánica es una de las vías para salvar a las abejas, aunque, en lugares como Formentera, cada vez resulta más complicado encontrar a quienes quieran continuar desempeñando esta tarea. La situación parece irreversible, ya que el relevo generacional en el campo formenterano es prácticamente inexistente.
Pascual Mayans nació en Formentera y ha residido toda su vida en la isla. Aprendió los entresijos de la apicultura junto a su padre, cuando solo tenía 7 años. Él fue quien le enseñó a amar y respetar la naturaleza, a mimar sus colonias de abejas y a extraer la miel correctamente. Tras casi siete décadas dedicando su tiempo libre a sus enjambres, Pascual reconoce la enorme evolución que la apicultura ha experimentado en los últimos años. Asegura que “el sistema de trabajo con las abejas ha avanzado mucho en todos los aspectos: las cajas, las colmenas” … aunque reconoce que, “a pesar de todo lo que se ha mejorado, no se ha avanzado tanto como en otras zonas de España”.
Pascual explica que la Asociación de Apicultores de Formentera cuenta con apenas 23 o 24 socios, una cifra que no tiene pronóstico de ir a mejor. “Nadie quiere dedicarse al campo en Formentera. Es una pena, pero la actividad rural no resulta rentable en esta isla. Si paseas por el campo verás terrenos enteros invadidos por las malas hierbas y eso perjudica considerablemente el paisaje de la isla”, dice el apicultor invadido por la nostalgia. Como explica Pascual, la apicultura, al igual que el resto de labores del mundo rural, no resulta rentable en un lugar como Formentera. Por eso, en la isla todos los amantes de las colmenas mantienen esta actividad por afición. La mayoría de ellos produce miel para su propio consumo. Pascual cuenta que, además de él, solo otros cuatro o cinco vecinos elaboran algunos litros que distribuyen en sus propias casas entre sus vecinos.
Nadie quiere dedicarse al campo en Formentera. La actividad del campo no resulta rentable en esta isla
La miel que produce Formentera es de gran calidad, debido principalmente al clima seco de la isla y a que la floración es escasa. Los tipos de flores más comunes son el romero y la frígola. “En Ibiza, por ejemplo, existen muchas más variedades de flores como la del naranjo, el limonero o el algarrobo, por lo que el néctar es el resultado de una mezcla de más variedades de flores”, dice Pascual. Es por ello que a la miel de Formentera se le suele llamar “miel de frígola”, puesto que es la flor más común en los campos de la isla.
La apicultura es una tarea forzosamente unida a la sostenibilidad. Es una actividad que brinda las satisfacciones de un trabajo manual y reflexivo, pero también las inquietudes de quienes dependen del clima, de la defensa de la biodiversidad o de la salud de sus animales. Pascual explica que, en Formentera, existen dos o tres tipos diferentes de abejas y que, “desde hace algunos años, las abejas formenteranas padecen ciertas enfermedades que suponen una amenaza para la supervivencia de la especie”. El apicultor asegura que empezó a observar este fenómeno hace alrededor de veinticinco años. Antes, sus abejas “siempre estaban sanas”. Según él, es posible que se hayan infectado al mezclarse con abejas procedentes de otros lugares. No es fácil dictaminar la causa, pero las abejas de Formentera sufren hoy enfermedades como la varroa, que es en la actualidad el principal problema de la apicultura en prácticamente todo el mundo. Se trata de la única enfermedad que ataca tanto a las abejas adultas como a sus crías. Un ácaro cuyo aspecto recuerda al de una garrapata, que se adhiere al cuerpo de las abejas causándoles heridas hasta el punto de dejarlas sin sus alas. La consecuencia de la varroa es una debilitación de las colmenas que puede incluso acabar con ellas si no se trata a tiempo.
Las abejas formenteranas padecen ciertas enfermedades que suponen una amenaza para la supervivencia de la especie
Esta es solo una de las dificultades que los pocos apicultores que, como Pascual, aún quedan en la isla, tienen que sortear. A pesar de ello, Pascual asegura que el proceso de producir miel es muy sencillo. En Formentera se realiza la extracción de la miel una vez al año. Normalmente durante el mes de agosto. Los apicultores extraen los panales, los llevan a casa y obtienen la miel con un extractor. Una vez extraída, se devuelve el panal a la colmena y el ciclo vuelve a comenzar.
Un mundo sin abejas es mucho más que un mundo sin miel. Es un mundo con escasez de alimentos. En palabras de Albert Einstein, “la vida sin estos insectos sería un desastre global. Al hombre solo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”. Las abejas dependen de la humanidad y nosotros de ellas. Es por ello que, la labor de Pascual Mayans y sus colegas tiene hoy más valor que nunca.